jueves, 15 de septiembre de 2011

Acostumbrarnos a la humedad

escribo arabescos con tus lágrimas de miel en lo amplio del ventanal,

el vidrio opacado por el vaho de la penumbra y nuestros alientos

me incita a cortar tu lánguida y calientita lengua en rollitos de placer,

recuerdo jugar con ella

mientras nos pellizcábamos los párpados

extenuados de tantos ocasos de luz,

entrando y saliendo

una y otra vez en nuestro cuerpos.



sumas y sumas de gracia,

como la noche eterna que escribo en la piel,

como el pecado andante de tu belleza ancestral

mítica como la noche

tan perfecta como solo tú sabes serlo.



y respiro dibujos de gotas abstractas llenas de tintas y color,

tantos sentidos en revolución andante aullan en trepidante gloria.

beso a la tierra fértil que me ata a mis raíces

mientras bebo toda la humedad de mi vida

y la de tu ser.

seguiré ideando en como transformar las partículas de sol

en astillitas de deliciosas gotas

para así mojarnos

hasta que dure lo que dura un fragmento de infinito

y volvernos humedad entre los poros.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Yin Yang

Dale un click a la imagen para ver mejor los detalles.

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$300.00 mx
el par.


jueves, 8 de septiembre de 2011

Las flores a morir

Mientras sigues encerrada

en lo más recóndito

de una diminuta caja de concreto y cristal

yo sigo afuera

oliendo el olor a panteón

que emana de mi piel,

a su pútrida tierra de muerte y dolo,

a las espinas de flores marchitas

que envenenan de pesar la latitud,

al hueso corroído hasta la ceniza,

a los órganos coagulosos y regordetes

devorados por millares de gusanos.

Y no es un mal hedor,

solo es el hedor

de la eternidad incorpórea.

Cierro a la par mis manos

capturando la más exquisita de todas las esencias,

entre mis dedos apretados pongo el ojo

y diviso el olvido,

es como un remolino espacial

que gotea un negro tan oscuro que me causa pavor.

Mis manos son un espacio suficiente

donde cohabitan infinitas almas

que lloran ante el espanto del último suspiro.

Con mis manos cubro a plenitud un espacio dulce

en donde el tiempo dejó de capturar al ayer

y lanzó al abandono

el transcurrir de tu legado.

Mis manos se desfragmentan

como granada mártir al limpiar mis lágrimas.

En mis manos cabe toda tu vida.

Mis manos aplastan toda vida.

Mis manos se desmoronan

como arena soplada.

La muerte no es sino una mera confusión

entre lo que respira a través de la carne

y lo volátil de la fantasía.

La muerte es un alfiler

enterrado en el corazón

que deja lentamente de sangrar.

La muerte es la estaca profunda

que se quedó perdida en las marañas

de nuestras entrañas.

Podrán pasar un millón de días y sin embargo

las espinas se aferran a uno como la sal al mar.

Podrán nacer un millón de madres

y todas están destinadas a caer

una vez la puesta del sol.

La muerte es vida efímera

intrincada en lo más hondo de nuestras almas.

La muerte es un recuerdo póstumo de la materia que se esfuma.

La muerte es perderse a nado

en un pajar de caos.

La muerte son nubes infinitas

que danzan al compás del tronido de las ramas.

La muerte es cuestión de nulidad

y una línea trazada por el más intenso de los carbones

desde el punto cero hasta el punto de nunca acabar.

La muerte no se olvida,

se vive

y es un pesar tan intenso

que las fibras más insensibles de nuestro ser

se tiñen de un rojo tan vivo que quema,

extrema al espíritu

y lo oprime con lo más pesado de su objeción .

Y mientras mis órganos siguen cargados de calor vital,

escupiendo,

blasfemando

y latiendo como marimbas silenciosas,

la muerte me aguarda sigilosa,

detrás de las montañas que tendré,

algún día,

atravesar.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Caliente

Nací de la tierra árida que se incrusta entre los dedos del pie cuando desnudo camino por el desierto. Sensible como el corazón elegí el trazar esbozos de sangre en las ruinas vorágines de la nada.


Soy caliente como tu boca. De madre cálida nacida en el desierto. Soy de mar, soy del sur, anclado en aguas termales del trópico. Soy del vientre térmico de mi madre. Extensión de sus ovarios, semilla incipiente del esperma. El sexo fue ardiente. Soy cálido como el abrazo, como el beso, como el sexo.


Solo busco el contemplar y sentir. El despertar con caricias llenas de sol en mi magro cuerpo. El dormir bajo el lecho de la palma. Cobijado entre humos de coco y copal. Adormecido por el sabio elíxir de la amapola.


Soy sufragio de la piel. Disfruto de sudar y el quemarme bajo la frágil estela del fuego.


Y me corto profundamente para drenar todo frío y dejar que la cálida paz de la virginidad del mar entre en mí. Así, calientita y recóndita. Dentro, muy dentro. En paz y en calidez.


Para que después del infinito vuelva cálidas cenizas. Rojitas, amarillas, naranjas y sol. Para que después de muerto vuelva a eyacular en vida.


Calientita vida.