martes, 3 de mayo de 2011

Experimento que fluye: Rabia

¿Vieron como caían a montones y montones los pajarillos? Es cosa de la rabia. Así lo supuse por experiencia previa. En el trance del ritual entró el jaguar del chamán en mi recoveco espiritual para desgarrar mi alma, entrar por las heridas e iluminarme con tal pensamiento. Si te cargas de rabia matas toda posibilidad. Si te cargas de rabia matas el instante. Si te cargas de rabia te pudres lentamente.


Como estaba ganchado y el efecto psicodélico estaba en su auge no emití ningún juicio durante el acto. Después del mismo dormí durante las siguientes 48 horas esperando el gran diluvio. Desperté y todo seguía igual. Bueno, no todo. Mis finanzas (las ñangas y enclenques de mis finanzas) mermaban y el Chamán era varios miles de pesos más rico.


Rabia: Muerte. Según el Chamán, vale aclarar.


Afortunadamente no creo en los chamanes. Ni en las religiones. Ni en sus Dioses. ¿En la humanidad acaso? Vaya, ni que fuera un romántico empedernido, tampoco un intelectual de izquierda. Mucho menos un artista maldito o un retrasado. En lo único que creo es en lo jodido de la noche y lo áspero de la mañana. Si a esto se le llame creer, vale aclarar. Entonces ¿Rabia? Al carajo con ella.


Volaban con sus alas amarillas, verdes y plateadas sublimes sobre mi cabeza. Luego, al primer pensamiento ruin las vi caer a borbotones en gélidos colores indecentes. Pobres pajarillos débiles. Casualidad, me dije para mis adentros. Casualidad.


Luego, sentado, equilibrado y perfecto me encontraba esperando el alba del cosmos y su calor infinito de miles de soles. Me disponía a erigir en mi imaginación los pechos más grandes e insólitos de todo el universo surcando y elevándose desde lo más profundo del océano. Divisaba toda esta eucaristía desde la piedra más alta del mediterráneo. Estaba solo y al mundo le daba igual. Primero fueron remolinos acuosos en el mar que cargados de furia salpicaban mi rostro. Lamía mis labios pensando en leche materna. Deliciosa y salina leche materna. Después poco a poquito el hermoso par de carne. Cristo, vaya fantasía hermosa.


Después de mostrar los primeros destellos de pezón y de vida, mi líbido empezaba a crecer. Todo iba perfecto hasta que llegó volando una gaviota y me robó mi único y jugoso mango del día que aguardaba a mi lado tan sereno como la luna esperando a ser devorado. Grandísima hija de puta. Ojalá el petróleo haga lo suyo y acabe con toda tu estirpe, le grité mientras le lanzaba una piedra que nunca la tocó. Me enfurecí tanto que los pechos desaparecieron y empezó a llover. Fue mi peor pulmonía del 2007.


Moraleja: No comas mangos en la playa. Ah si. Y si rabias tanto morirás de cáncer.


Filosofía pura ¿verdad?