martes, 15 de octubre de 2013

Iba haciendo un esfuerzo cuando sentí que bajaba la dopamina, entonces

Hey, tú, recuerda lo siguiente, como te decía tu mamá cuando pequeño, Tranquilito y a cantar que todo va a mejorar. Nada como un día a la vez, recuerda que hay que respirar con serenidad. Mira niño, todo mal tiene su final. Abre tus ojitos, ninguna pesadilla mata, esto pasará.

Iba mejorando, lo suficiente como para filosofar y procrastinar, todo al mismo tiempo, como iluminado, como poeta, como artista, como animal en celo y entonces sentí, pensé y claudiqué, Todo amor tiene su final. Y esta frase llena de patrañas junto a bajos niveles dopamínicos, un clima tan frío como la puta de su madre, sentir el tuétano de los huesos agolparse, una soledad insoportable junto a una asquerosa y mundana cruda etílica terminaron por desbocar mi ansiedad y hartazgo hasta el infinito y más allá.

Hijo, un momento de pasión tendrás que encontrar, aunque sea uno chiquito y bajito como el murmullo,  no tiene que ser infinito como el cosmos, no tiene que ser depredador como el humano, no tiene que ser falso como el poder, sino uno transitorio como tus ideas, uno que varíe como la prosa poética. En este punto la dopamina se tomaba un shot de expreso doble.

Lo único transitorio han sido mis amores, lo mugí claramente y la señora que iba sentaba a mi lado se paro de su asiento y se fue a otro vagón del metro. Pinche señora, de seguro no le gustan extranjeros, menos los cursis. Me dió igual pero la frase volvió a mi cabeza haciéndola recordar, luego, más claros que el agua me llegaron los episodios non sacros, entonces, casi como programación neurolingüística inculqué a mis adentros, Sin mañana, sin pasado, solo el hoy y mejoró el respiro.

Cuando voltees y veas a la tristeza cargada de una cajita de Pandora a punto de entrometerse en tu psiqué, no habrá más que correr, pero si esta llegase a abrirse dentro de ti, a través de suspiros que se convierten en minutos, días sin baños, semanas de retiro y visitas a la tienda buscando la soga del sueño, habrá que hacer todo lo descrito anteriormente. Si no funciona, habrá que rematar rezando seiscientos sesenta y seis padres nuestros.

¿Estás mejor? Sino, o estás poseído o simplemente eres un chiflado. Me di cuenta que estaba poseído por ella y que también soy un chiflado. El mundo iba gris, su recuerdo gris, el mar gris y su rojo cabello se había puesto gris. Gris de lágrimas, gris salado, gris, gris, gris. Saliendo del metro me aviento del cielo y san se acabó, dos paradas más, pensé.

Luego, en la siguiente estación, una mirada desconocida y fijamente posándose directo a mis ojos, un par de arrugas junto a otros muchos pares de arrugas, una sonrisa y sus palabras, todos sus sonidos fueron sensatos, versos llenos de paz, cantados poéticamente, en verso de perfecto tempo, había encontrado el eslabón perdido del perfecto poema, su gracia era infinita, toda bella, toda sabia. Y a pesar de no haber entendido nada de lo que dijo -hablaba otro idioma- yo lo sé, yo lo escuché, yo lo sentí, yo lo viví.

Paró el metro y se iba, antes me pidió la mano, la cogió, la apretó y la usó para ayudarse a bajar. Su tacto en mi caos y sus ojos en los míos pudieron hacerme redimir del pensamiento nefasto y volver a posar las bellezas de la tierra por las vías de tren alguna vez colapsadas, como vagones destinados a descarrilar al que les ofrecen segundas oportunidades, un nuevo par de alas, alas que vuelan muy alto, alas más resistentes que las de Ícaro.

No entendí sus palabras ni admiré a su templo, solo fue una simple y deliciosa cascada de brisa fresca en el corazón. Sin mirada, sin pensamiento, sin fin. Puro amor sin deseo, sin tapujos y sin las complicaciones del lenguaje que me hicieron pasar de un enclenque depresivo a uno lleno de chispas junto a sus respectivos catalizadores.

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