jueves, 24 de marzo de 2011

Amores en tiempos de guerra

Después de afirmarle que estaba seguro que no podría volver a escribir ese pedazo de orgasmo femenino -vaya difíciles que son- se sentó en el sofá junto a la botella de ron, se sirvió un trago directo a la boca y manifestó de la manera más triste posible.

- Necesito conseguir un psicólogo bueno, pero barato.

- Lo mismo digo yo, corazón. Pásame la botella.

- En verdad lo necesito, creo que estoy jodido.

- Vamos, no te pongas emocional. Cuando intenté la terapia quedé peor. ¿Te acuerdas cuando salté del balcón y ¡Oh vaya vida! caí en la basura?

- No.

-Bueno, eso pasó cuando iba a terapia.

- Yo creo que sigues ahí, en la basura. Hasta hueles mal.

- Si no me pagaras todo ahorita mismo te dejaría para irme a follar al primero que se me pusiera enfrente. Pásame la botella. Haré como si no estuvieras acá.

- Vamos pequeña, si ya haces como si no estuviera acá. Pero si, mejor bebamos.

Él se dispuso a hacer las pases y empezó por crear una atmósfera de paz: calló por largo rato. Además cada que sorbía del bello cuello del ron inmediatamente después lo pasaba a su primer y único gran amor. Después de más de dos horas de beber en silencio se paró a poner música, batallando por el cansancio de los años, trastabillando por el pesar del licor. El nombre de la canción ni yo mismo la conozco. Sólo sé que era su canción. De los dos.

- ¿Te acuerdas?

- Oye, no tengo ganas de bailar.

- ¿No te acuerdas?

- Claro que sí. Con ella de fondo en el cuarto que estaba lleno de hormigas y zancudos me metiste mano por primera vez.

- No seas tan románticamente promiscua. Antes de meterte mano la bailamos desaforados, extasiados, enamorados. ¿No te acuerdas?

- Mmmm. Sí, me gusta el recuerdo pero es muy lejano.

- ¡Estás vieja! No tanto como yo pero tu cabeza ya no recuerda. Demasiado licor.

- Pues el licor es lo único que me ha mantenido a flote a tu lado.

- Ok. Pásame el trago.

Vaya gran lío. Eran pareja y en algún tiempo felices. Como todos alguna vez lo fuimos en un tiempo. Como en algún punto lo fueron las plantas y los animales antes de que apareciéramos a destruirles su hogar que tanto respetaban. ¿Recuerdas de pequeño cómo lloraste al enterarte de su partida? No lo hagas. No llegarás muy lejos con tales pensamientos.

Esta decadente historia tiene un rápido fin porque se me han ido las ideas, como alcohol evaporándose al abrazar el suelo. Los tipos acabaron la botella y siguieron con un poco de cerveza. Estuvieron tan borrachos que intentaron hacer el amor. Él no consiguió erección. Ella, no consiguió quitarse el vestido. Vaya hermosa congeniatura universal.


Amor verdadero en tiempos de guerra.

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